Mira que era fácil y no se nos había ocurrido. Llevamos años discutiendo su existencia, intentando averiguar su lugar exacto, su verdadera utilidad... pero nadie había pensado en hacerle una foto. Y ha sido el profesor Emmanuele Jannini, de la Universidad de l’Aquila, en Italia, quien ha tenido la feliz idea de usar una ecografía para sacarnos de dudas a todos y a todas. A todas las que han soñado con encontrar el centro del que surgen los orgasmos, dicen, más intensos, el interruptor que enciende las olas de placer que conmueven el mar y a todos los que han intentado provocar estos tsunamis en otra persona. Porque había indicios consistentes, pero no certezas; de hecho, son más las mujeres que dicen no haberlo experimentado nunca que las privilegiadas poseedoras de esa sensibilidad extrema y estremecedora. Ya el Informe Hite cifraba en un 70% las que relataban alcanzar el orgasmo solo por la estimulación del clítoris. Este es, efectivamente, el órgano del placer sexual femenino, y no la vagina. De ahí la duda sobre la existencia o no de una zona estimulable distinta del clítoris desde que se la llamó punto G. El tema, tanto como su localización, era esquivo en todos los sentidos, aunque ya existían marcadores bioquímicos detectados por varios científicos que sugerían esa zona excitable en la vagina. “En 2002 publicamos en la revista Urology el descubrimiento de que en el punto G hay glándulas (las de Skene) y vasos cavernosos (el clítoris profundo) que poseen mediadores bioquímicos iguales que los de la erección masculina: la óxido nítrico sintasa (la enzima que produce óxido nítrico) y la PDE5 (el objetivo de la Viagra). En otras palabras, son la máquina bioquímica de la excitación”, nos dice Emmanuele Jannini. Pero, ¿que relación tenían esas sustancias químicas detectadas en ciertas personas y momentos de intimidad con la capacidad de experimentar un orgasmo vaginal?
Amelia Die/Linda Geddes, New Scientist
Quo

A ver qué les parece a ellas
Jannini ha logrado aproximarse a la respuesta analizando una muestra elegida de manera sencilla: simplemente escuchando a las mujeres. De hecho, cuando le preguntamos por qué cree que hay más féminas sin que con orgasmo vaginal, se limita a contestar que es porque ellas lo dicen. Así que ha tomado a nueve que declaraban experimentarlo y a once que aseguraban que no, y les ha hecho una ecografía interior de la zona. En las primeras, las que sí, ha encontrado un tejido más grueso que en las segundas, y ese grosor está entre la uretra y la vagina. Este hallazgo tiene muchas implicaciones: significa que existe una fisiología proclive al orgasmo vaginal; más que proclive, imprescindible: es decir, si careces del engrosamiento, no lo experimentas. “¿Cómo podría ser posible si no hay nervios ni vasos que sirvan para tenerlo?”, argumenta Jannini. Pero lo contrario no es verdad; puedes poseer el tejido y no conseguir el placer por esa vía: “El orgasmo parte del cerebro; si no está en sintonía con el cuerpo, no se produce”, concluye. Beverly Whipple, investigadora del equipo que popularizó el término “punto G” opina que: “Este es un estudio curioso, pero no implica que las mujeres que no experimentan orgasmos no tengan ningún tejido ahí”. ¿Qué será, entonces, ese “buen fantasma” que Jannini ha fotografiado? El español Pedro La Calle, del Centro Galena Salud, hizo estudios ecográficos de la zona en su tesis doctoral, y describe la existencia de una especie de nódulo, como una habita; pero él, basándose en el investigador Lenck, piensa que son las glándulas parauretrales, lo que describe como la “próstata femenina”. “Se trata de un complejo erógeno de la pared anterior de la vagina, que tiene tejido eréctil y sensibilidad pa - recida a la del clítoris”, dice La Calle. Este médico piensa que todas poseen esta formación, pues en su estudio la fotografió y midió sistemáticamente en las 40 mujeres examinadas. Tim Spector, del hospital St. Thomas de Londres, estudió gemelas, y halló que los genes de cada mujer son responsables de un 45% de la variación en la respuesta sexual. Este estudio dice que son decisivas “las diferencias genitales locales, más que las diversidades genéticas que se traslucen en las respuestas cerebrales o de personalidad”. La experiencia de Whipple es que todas las mujeres examinadas por ella describen algún grado, mayor o menor, de sensibilidad en esa misma área. Qué será lo que hay ahí es lo que a estas alturas de la ciencia aún se discute. De modo que lo próximo que se debería hacer es enseñar a las mujeres, o a sus parejas, a que la estimularan y, después, hacer otra ecografía para ver si resulta eréctil. Esto contradice esa especie de condena de por vida que consiste en no experimentar nunca el orgasmo vaginal, simplemente porque se ha nacido sin ese engrosamiento del tejido.
Un líquido muy sospechoso Las glándulas de Skene, o próstata femenina, como define el doctor La Calle, son las responsables del líquido trasparente que algunas mujeres expulsan durante el orgasmo, y que se conoce como eyaculación femenina. Hay quien piensa que este aspecto, aún discutido, de la sexualidad femenina solo está relacionado con el punto G en que las glándulas se hallan en la misma zona que el famoso punto, pero otros sexólogos relacionan ambos aspectos. Lo que acaban de investigar las sociólogas Koster y Price es la gran frecuencia con que las mujeres ruandesas relatan tener eyaculaciones. Ellas lo relacionan con la extensión artificial de los labios menores que se practica en Ruanda, y que la OMS considera mutilación genital. Una guía para conocer el secreto de lo que acaba de revelarse en imágenes ¿Pero se puede aprender?
De hecho, Leonore Tiefer, de la Escuela Universitaria de Medicina de Nueva York, cree que: “La investigación podría haber sido más determinante si a las mujeres que no tenían orgasmos vaginales se les hubiera enseñado cómo tener esa experiencia y, después, se hubieran repetido las medidas del área uretro-vaginal”. “Pero eso”, añade Tiefer, “habría implicado enseñar a sus parejas un montón de cosas”. En el caso de que Whipple y Tiefer tuvieran razón, se trataría simplemente de buscar ese “punto”, esa zona, con más ahínco, habilidad y menos represión. Y entre dos, que resulta más fácil. La otra posibilidad, aceptada por el propio investigador italiano, es que el “buen fantasma” sean las estribaciones interiores del clítoris. De hecho, es difícil determinar el exacto tamaño de este órgano. Entre glande, cuerpo y raíces puede llegar a medir hasta 12 cm. Sin embargo, en estado de reposo su glande no tiene más de 4 a 5 mm, aunque aumente hasta 1-1,5 cm durante la relación sexual. El cuerpo (en su mayoría, oculto) está entre 4 y 5 cm. Así que solo tenemos presente la punta de un enorme iceberg en esta bendición que es nada más y nada menos que la fuente del placer de la mitad de la Humanidad, y que, en su grandeza, se retrae como un tímido y se esconde debajo del capuchón en el momento cumbre. ¿Será que el clítoris alcanza la pared interna de la vagina y, por tanto, está implicado en todo orgasmo femenino?Parches en su punto
Pero casi lo que más consecuencias traerá de todas estas investigaciones es lo que vendrá a partir de ellas. El propio equipo de Jannini está ahora empeñado en estudiar si el punto G se modifica cambiando los niveles de testosterona. Usan un parche de esta hormona relacionada con la libido, llamado Intrinsa, en mujeres con menopausia precoz para ver los efectos posibles en el tamaño del punto G. De momento sí hay consecuencias en el clítoris y en las glándulas de Skene. Lloyd cree que: “La gran variedad de respuesta femenina ha hecho el agosto de la industria farmacéutica, y en adelante tendrán que informar de las indicaciones de cada producto nuevo”. Porque si algo ha quedado claro de esta búsqueda de la clave del punto G, es que ellas tienen diversas fisiologías, que su respuesta sexual es muy variable y que no experimentar orgasmos vaginales no es una disfunción, sino una peculiaridad. En fin que, a diferencia de lo que las féminas reprochan siempre a los hombres, no todas las mujeres son iguales.
Un GPS del G y las fotos superíntimas
En las ecografías del investigador italiano se aprecia la diferencia que existe entre la mujer que relata no tener orgasmo vaginal y aquella que sí lo tiene. En la segunda se ve (en claro) un tejido más engrosado que en la primera. Estas ecografías dan más pistas para encontrar el conocido punto: hay que buscar en la parte superior frontal de la vagina a apenas un dedo de profundidad. La textura de la zona varía en cada mujer, algunas la tienen pronunciada y fácil de encontrar, y en otras es una superficie más pequeña, con una rugosidad menos pronunciada y un volumen casi inapreciable. Su tamaño aumenta con el estímulo, crece cuanto más excitada o estimulada esté la mujer, y las caricias son mucho más gustosas. Se estimula de manera más directa y efectiva mediante pulsaciones, y no por fricción. La receptividad de la zona es mayor con la estimulación manual que con la penetración. La manera mas eficaz de alcanzarlo es dilatando bien la boca vaginal (si se utiliza lubricante, mejor), introduciendo uno o varios dedos y haciendo un gesto similar a cuando se llama a alguien con el dedo. Se puede probar a variar tanto la velocidad como la intensidad de los toques. “Es una de esas prácticas en las que hay que conectar mucho con el cuerpo, y dejar que las sensaciones fluyan”, dice Max Recarte, de La Juguetería.